Cuando Alfred Stieglitz conoció a Georgia O'Keeffe en 1916, era un fotógrafo de renombre internacional con su propia galería en Manhattan. Tenía 28 años, 25 años menor que él, y prácticamente desconocida como maestra de escuela en Texas.
Cuando comenzó a enamorarse de ella, Stieglitz se convirtió en la guía y mentora de O'Keeffe, exhibiendo su trabajo en su galería. Una carta de junio de 1917, publicada en el libro My Faraway One , dice: "Cómo quería fotografiarte las manos, la boca, los ojos y el cuerpo envuelto en negro con el toque de blanco y la garganta cubierta pero sin querer entrar en tu tiempo." Finalmente lo hizo. Una selección de los retratos de Stieglitz de su amante convertido en esposa se exhiben en el Museo de Bellas Artes de Boston
Las fotografías que Stieglitz realizó a Georgia O’Keeffe se descubren al cabo del tiempo como un auténtico estudio del cuerpo de la mujer, pero también del cuerpo del artista y, sobre todo, del cuerpo de la mujer amada, cuya figura está representada con la magia y el erotismo que el fotógrafo proyecta sobre ella.
Los biógrafos de Stieglitz señalan que éste conoció la obra de Georgia a través de una tercera persona que le mostró varios de sus cuadros. Stieglitz organizó sin el consentimiento de la pintora una exposición cuando aún no la conocía personalmente. Ella se enfadó mucho y solicitó la clausura inmediata de la muestra; pero para entonces su obra había tenido mucho éxito. Ese fue el comienzo de la relación artística y sentimental entre los dos que duró hasta la muerte del fotógrafo americano.
Amapolas orientales de Georgia O’Keeffe
Azul 2 por Georgia O’ Keeffe
Black Iris VI por Georgia O’Keeffe
Hojas de nogal amarillo con margarita por Georgia O ’Keeffe
“Una flor es relativamente pequeña. Todos tenemos muchas asociaciones con una flor: la idea de las flores. Extiende la mano para tocar la flor, inclínate hacia adelante para olerla, quizás la toques con los labios casi sin pensar, o se la das a alguien para complacerla. Aún así, en cierto modo, nadie ve una flor, realmente, es tan pequeña, no tenemos tiempo, y ver lleva tiempo, como tener un amigo lleva tiempo. Si pudiera pintar la flor exactamente como la veo, nadie vería lo que veo porque la pintaría pequeña como si la flor fuera pequeña.
Así que me dije a mí mismo: pintaré lo que veo, lo que la flor es para mí, pero lo pintaré a lo grande y se sorprenderán de tomarse el tiempo para mirarla. Haré que incluso los neoyorquinos ocupados tomen tiempo para ver lo que veo de flores ".
Georgia O’Keeffe by Alfred Stieglitz (1918)
Alfred Stieglitz, Lake George, New York. 1920.
Stieglitz quiso defender la validez de la fotografía como medio de expresión artística, frente a los que la consideraban un simple medio de reproducción no exento de vulgaridad. Pero un único requisito ponía este fotógrafo: la autenticidad. Es decir, la fidelidad del propio fotógrafo con respecto a su trabajo.
Resulta realmente apasionante ver como, desde la imperfección del cuerpo, consigue, no obstante, construir unas formas atractivas, tanto desde los retratos a distancia, como cuando nos muestra las diferentes partes del cuerpo de la mujer en un juego estético con desnudos sin rostro.
Muy sutilmente, pueden notarse también ciertas influencias surrealistas en este cuerpo de mujer, mezcla de una estética realista y una estética más soñada. Algo así como crear un puente entre el documento real y el sueño, a través de una pose que sabe guardar, al mismo tiempo, las apariencias de verdad y las de mentira.
En otras palabras, las fotografías que Stieglitz realiza de O’Keeffe, nos plantean
el límite mismo de la realidad (de lo que es y lo que no es) y los límites de la fascinación (de lo que está y lo que, por el contrario, no está y se anhela). Tal es así que Stieglitz deja en evidencia que está seducido por ese cuerpo, por la mujer, por el arte, por la fotografía y por la recreación de las formas a través de la plasmación de espacios de seducción.
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